En "El Mundo", las dos noticias más leídas fueron "Un periodista ucraniano golpea a Brad Pitt en el estreno de Maléfica" y "Así es la mujer que enamoró al líder del partido Podemos"; en "El País", lo más visto era "Pep Guardiola y Cristina Serra se casan por lo civil en Matadepera" y "El toples de la hija de Bruce Willis y Demi Moore contra Instagram"; mientras que los visitantes del diario "ABC" optaban en su mayoría por leer los contenidos de "Tóxicos que acortan la vida" y "Una crema de tres euros, la mejor antiarrugas del ranking de la OCU".
Pero eso no quiere decir que nuestra dieta informativa no vaya acompañada de otros platos más sustanciosos, necesarios y mucho más apetecibles. Lo que ocurre es que los medios de comunicación llevan explotando estos contenidos (intrascendentes, ligeros y de fácil asimilación) desde el inicio de su existencia. Su presencia es habitual, en forma de píldoras que orbitan alrededor de los grandes titulares. Como decíamos antes, el picoteo que ayuda a distraer al hambre.
El espacio y tiempo que conlleva la digestión de los grandes titulares, las piezas informativas importantes, es superior, requiere de un periodo de maduración mayor y por tanto sacian durante más tiempo. Por eso no es de extrañar que noticias triviales aparezcan como las más consumidas aunque eso no debe llevarnos a equivocarnos: son el acompañamiento, no son las más importantes. Otra cosa es que en ocasiones sobrepasen, en cantidad, el límite de lo que sería deseable y se conviertan (por acción u omisión) en una distracción intencionada de lo verdaderamente importante.