Pero un exceso de ventaja de alguno de sus protagonistas hace que un deporte pierda punch y, con esa pérdida de pegada, se van ingresos publicitarios, las marcas pueden recortar inversiones y, finalmente, resentirse toda la estructura. De hecho, en el ejemplo del motociclismo que estamos dando, los responsables de GP han anunciado que van a incorporar nuevas normas que igualen la electrónica de las motos para que la disputa sea más cerrada, se centre en las habilidades del pilotaje y no exista una superioridad aplastante de origen técnico o mecánico.
Por otro lado, tenemos la labor de los medios de crear una leyenda basada en las gestas de un piloto, Márquez, de singular e inusitada valía. Un material de primera mano, valiosísimo y escaso con todas las características necesarias para llenar páginas y hacer portadas. También es cierto que la Prensa sabe jugar sus cartas y que, cuando no hay ídolos solitarios, busca sus titulares en la competición entre dos máximas figuras (Pedrosa/Lorenzo; Lorenzo/Rosi...). Pero no hay nada comparable desde el punto de vista comunicativo como encumbrar a un único aspirante al título, joven, recién ascendido, sin límites y con todas las barreras por tumbar. ¿Para tumbarlo a renglón seguido? Puede ser, cómo no. Ese también es el juego (sórdido, a veces) de la comunicación.